lunes, 10 de diciembre de 2018

Un liderazgo de cotufa

Cada cabeza es un mundo, por eso al momento de comunicarnos hay que adaptar el lenguaje a ese mundo en particular. Mi mundo, o mi cabeza, asimila la información con más rapidez a través de las analogías. Justamente de ellas va este post, en que desgrano una idea que se fijó en mi cabeza: un liderazgo de cotufa.
En una oportunidad, escuché que si realmente entendemos algo podremos explicárselo a un niño pequeño al igual que a una abuela. Explicar en términos sencillos temas complejos es donde radica un conocimiento profundo de la realidad. Porque volver complejo lo fácil lo hace cualquiera, cuando pienso en el tema recuerdo un comentario que me hiciese una profesora de la universidad. Cada vez que le tocaba cubrir la fuente de economía, pedía al entrevistador que le hablase como si ella tuviese 5 años.
Desde ese momento, decidí que cuando fuese necesario le seguiría el consejo. Porque si el periodista no entiende alguna idea, ¿cómo puede explicársela a los lectores o a la audiencia? Aquí es imprescindible una buena dosis de humildad, porque el pretender sabérnoslas todas es una forma adornada de sabotearnos. ¡Cuántas veces lo hacemos sin ni siquiera notarlo!
Por diversos motivos, tengo un buen tiempo dándole vueltas al tema del liderazgo. ¿Qué es? ¿Cómo desarrollarlo? ¿Cómo impulsarlo en otros? Como es evidente, Internet tiene información arrolladora sobre este aspecto. Sin embargo, en lo particular sigo recordando las clases en la universidad donde debatíamos sobre ello. Por otra parte, me respaldo muchísimo en lo que se observa solo con un poco de voluntad. La humanidad es como una biblioteca siempre abierta donde puedes aprender básicamente todo, solo observando con cuidado.
Liderazgo de cotufa
A todas estas, ¿en qué se puede parecer el liderazgo a una cotufa? No se trata de un chiste o un juego de palabras. Sino de una elocuente analogía. Hace un par de días después de preparar una tanda de cotufas en la cocina para compartir, me encontré con que las últimas del recipientes no habían estallado bien. 
Coloque aceite nuevo en el caldero mediano, fuego medio y menos cantidad de granos. Tapé y esperé a escuchar los primeros estallidos, cuando empezaron a disminuir apagué la hornilla. Al destapar el caldero estaba rebosante de cotufas blancas y apetecibles.
Vayamos paso por paso para profundizar sobre cómo aprovecharlo.
¿Con qué podemos comparar el aceite nuevo? 
Acá retomo el dicho "cada cabeza es un mundo", esto conlleva varias consideraciones. No se les puede hablar igual a todos, el trato que se dirija no puede ser un "copia y pega". Tampoco una repetición cansina del mismo método sin importar el grupo con que tratemos. Claro, habrá quien piense "todos somos iguales". En lo particular, no estoy de acuerdo. No somos iguales, nadie en un grupo lo es. 
¿Por qué? Cada uno tiene una historia personal diferente, intereses, sensibilidades, talentos y circunstancias distintas. Las inseguridades o fortalezas varían mucho de una persona a otra. La función del aceite fue igual, pero el aceite en sí fue distinto. Un mensaje puede ser el mismo, pero presentarse de distintas formas acoplándose a cada mundo. Es sano que las metodologías se adapten o se cambien las herramientas cuando se venza su efectividad, cuando no tengan más para ofrecer.
El caldero mediano y el ambiente
Entre más grandes sean los grupos, menos es la atención particular que se le brinda a los miembros. Entonces, los procesos se vuelven casi mecanizados restándoles toda la riqueza de la humanidad. Sin un roce, sin un compartir particular se ve a las personas como números. Se les cosifica. El hacinamiento provoca cambios severos de humor que derivan en violencia, al vaciar muchos granos en un recipiente pequeño tendremos un resultado similar. Acabarán por quemarse unos cuantos, mientras otros apenas podrán dejar de ser granos y convertirse en cotufas.
Un básico para que cualquier grupo "camine" es crear un ambiente donde puedan sentirse a gusto, interactuen y se sientan valorados.
Fuego medio o la presión justa
No por colocar un fuego alto tendremos una mejor cocción. Al contrario, podemos echar al traste los granos y quemarlos en el proceso. La presión o los niveles de exigencia deben ser los adecuados para que los granos exploten. Poca exigencia se traduce en escasas cotufas, habrá que buscar el equilibrio.
En este aspecto deben tomarse en cuenta detalles como la experiencia, edad o el proceso que atraviesa cada uno. De manera que se les exija conforme a lo que puedan dar, más allá de lo que crean que puedan dar.
Menos cantidad de granos o el capital humano
Al liderazgo se le asocia estrechamente con la cantidad de personas que se logra poner en marcha. Sin embargo, veo la función del líder como un ganar-ganar. Confieso que puede ser por mi declarada incomodidad ante cualquier relación unilateral. Para mí el líder tiene que buscar un crecimiento de las personas que tiene a su cargo. Todos los demás aspectos giran alrededor de los granos, cada detalle se cuida para que los granos se conviertan en cotufas.
Podemos llenar el caldero de granos, pero sin buenos resultados. Así ocurre con las personas, cuando se les hacina: se les perjudica. Necesitan un espacio donde puedan estar y crecer, estallar. El líder tiene que proporcionar un ambiente adecuado para que cada persona pase por su fase de cambio, como él la atravesó.
Frustraciones, incomprensiones, sacrificios y dudas por doquier son esenciales. Sin el fuego ni el aceite, el grano continua igual. Puede ser cómodo, pero estará desperdiciando su potencial, seguiría siendo solo un pequeño grano. Es necesaria la disposición a cambiar, dejar atrás ciertos hábitos o creencias que nos cierran las puertas a los demás.
El líder tiene que confiar en el potencial de cada persona, para que esta deje en segundo plano sus reservas y el miedo a equivocarse. Acá es importante rescatar de la cultura popular "el que mucho abarca, poco aprieta". Porque si se opta por grupos demasiado grandes, se perderá el acompañamiento que merece cada uno: o la calidad de este.
Tapar y esperar: conservar el ambiente con paciencia
Al igual que un título universitario no se obtiene de un día para otro, los líderes no despiertan una mañana simplemente siéndolo. Tampoco consiguen una generación de relevo en un tris. Al cumplir los pasos anteriores, las personas podrán experimentar y sacar todo su potencial. Sin embargo, es necesario el reajuste de hábitos, la formación y una sana curiosidad. Los procesos llevan su tiempo, la paciencia y constancia son elementales para ver los frutos.
La escucha es esencial para saber cuándo están listos. La escucha es parte del acompañamiento constante, así se evitará acabar con una tanda de cotufas quemadas. A mi parecer, los granos son los que dictan el tiempo. De igual manera, las personas demuestran cuándo están listas para los nuevos desafíos y cuándo necesitan una mano. Si se descuida la escucha, todo el proceso puede arruinarse.
¿Te atreverías a poner en práctica un liderazgo de cotufa? ¿Qué otro aspecto crees importante incluir?