La sociedad es como un salón donde los alumnos son las diversas culturas, la clase es la vida y los profesores nuestros paradigmas. En un aula confluyen maneras muy distintas y hasta opuestas de pensar, se forman diversos grupos con tal facilidad que puede parecer hasta inconsciente o instintivo, pero de igual manera pueden separarse.
Hoy quiero usar este ejemplo para abordar el tema de la diversidad y la tolerancia necesaria para aprovecharla. En lo particular, me gusta apreciar la dinámica que surge en un salón donde el docente que figura como facilitador y la participación de los estudiantes empiezan a encajar como piezas de rompecabezas. La sociedad es tan amplia, tan rica, que no podríamos aprovechar lo que tiene para ofrecernos encasillados en nuestra manera de pensar. Cuando comprendemos esto, se vuelve un hábito la escucha activa del otro. Escuchar, no solo oír y pensar "¿cuando acabará? Quiero hablar".
En nuestras relaciones es clave querer escuchar al otro, comparar su percepción y opinión con la nuestra. Escuchar a los demás nos permite tener un mapa más amplio del mundo que nos rodea, produce una retroalimentación que nos nutre tanto como lo permitamos.
Me alarma contemplar la susceptibilidad y el rechazo que poco a poco surge en mi país hacia otras culturas y formas de pensar. ¿Por qué? Porque creo en la tolerancia, en cultivarla y enseñarla; volver su práctica parte de la vida diaria.
Recuerdo que en mi niñez estudié con alumnos de ascendencia muy diversas: indígena, asiática, siria, libanesa, portuguesa. No hacíamos de las diferencias una barrera. Aún en la actualidad, sigo rodeada de personas de países, culturas, ascendencia y pensar muy distinto a los míos; sin ir muy lejos, una de mis mejores amigas es de ascendencia alemana.
Las diferencias no son una desventaja en sí mismas; nosotros elegimos convertirlas en eso. Recientemente, un amigo me preguntó por qué me gustan los dramas asiáticos. Respondí sin pensarlo mucho que me gusta observar la diferencia de las tramas, en comparación con historias latinas, aprendo un poco más sobre esa cultura que me llama poderosamente la atención, además que entreno la vista para darme cuenta que los asiáticos no son iguales entre sí.
Somos capaces de convertir las diferencias en una ventaja. Si todos fuésemos iguales, nos estancaríamos sin remedio alguno. Cada cual puede dar su aporte a la sociedad, es cuestión de que le dejemos hacerlo.
Somos capaces de convertir las diferencias en una ventaja. Si todos fuésemos iguales, nos estancaríamos sin remedio alguno. Cada cual puede dar su aporte a la sociedad, es cuestión de que le dejemos hacerlo.
Buen pensamiento. Estoy totalmente de acuerdo con que la tolerancia debería ser un valor a inculcar en Venezuela. Cada día más observo como no se aprecia al que es diferente, al contrario se le rechaza y se le tilda de raro o malo
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