sábado, 14 de mayo de 2016

Llueve en la piel

Era de una naturaleza profundamente nostálgica, sin que esto fuese un estigma para mí. La copiosa lluvia dejó desiertas las calles, la gente se guareció en locales cercanos con la esperanza de que fuese pasajero. Sin embargo, tras tres horas el cielo seguía sin despejarse.
Aquello no logró alterar mi humor, ordené unos dulces hipercalóricos con la fusión de azúcar y toques de limón que tanto me gustaba. El mesonero dejó la caja completa junto al frapuccino con esa delicia llamada comúnmente "crema chantillí". El lugar bullía entre la exhaltación de unos y la impotencia de otros. El frío erizaba mi piel y aumentaba el gusto culposo del café. Mi pensamiento iba de mi agenda a divagar, sopesaba los nombres y pendientes escritos.
Hacía los cambios necesarios cuando a mi bolígrafo se le acabó la tinta: "nunca te alteras", "tu calma parece droga, todo te es indiferente". Me llevé a la boca una cuchara rebosante de chantillí, "¡me cansaste con tu burdo optimismo! ¡Sé realista!". Cerré los ojos por unos segundos, escuché sus voces tan nítidas como si fuese más que un recuerdo
Saqué de la cartera otro lapicero. A veces, la gente solo quiere que te ahogues; que te asfixies en egos y dramas. Porque olvidaron nadar, olvidaron que la vida es como la lluvia. Yo no podía olvidar.
Desnudé mi muñeca izquierda mientras le daba un mordisco a las rosquitas. Las imágenes se sucedían en mi piel como un video improvisado, mi abuela me abrazaba y hablaba de su amor por la lluvia.
  -No seas de quienes quieren controlarlo todo, hay que dejar a los acontecimientos, y a la vida, fluir como la lluvia. Ser espontáneos y mantener tu esencia. Esta bendición molesta a quienes tienen sus almas secas; marchitas.
Ese recuerdo era como el dulce en mi boca. Desencadenaba miles de asociaciones. Acaricié el rostro de mi abuela dibujado en mi piel, cada arruga que surcaba su rostro, su sonrisa tan tierna como no conocí otra. Su figura se fue desdibujando, era tiempo de revivir otro fragmento de mi pasado. Era similar a ver una foto pixelada, hasta desvanecerse.
Cubrí mi muñeca y di un largo sorbo al café. Es imposible olvidar cuando tu piel es un alhajero viviente de recuerdos. 

viernes, 13 de mayo de 2016

El placer de revivir momentos

Somos, entre muchas cosas, seres emocionales. Seas de quienes se ahogan en la tristeza o hagas del optimismo tu marca personal. Hallamos una botella de endorfinas en un buen abrazo, en una reunión con viejos y buenos amigos, en una salida fuera de la rutina.
La vida es ese cúmulo de pequeños momentos, en que caemos en cuenta (o recordamos) que estar vivos es más que respirar.
Hace poco, conversando con mi hermano, y cambiando de tema como si fuese zapping. Hablamos sobre las personas kinestésicas, aquellas que asimilan en mundo en un código de sensaciones.
¡Con qué facilidad te hablarán del restaurante de la esquina, donde se reunió la familia entera llenando casi todas las mesas! De las cotufas (pop corn) frías de la sala del cine y los efectos de la película, de los giros en la trama o la escena tras los créditos.
¿Recuerdas por qué aquella o esta canción no sale de tu cabeza? Allí la ciencia avala la emocionalidad de nuestro ser, revivimos el sentimiento que nos transmite. Hasta rayar la pista en nuestra testa. También a esto, apela Facebook al poner a un clic de distancia nuestras antiguas publicaciones.
La consciencia de cómo éramos y el contraste de lo que somos, lo hallamos en las fotografías de los álbumes cubiertos de polvo. Los escritos que acumulamos en un viejo cuaderno y cada detalle de las diferentes etapas que atravesamos.
Nuestra emocionalidad está ahí para traer lo mejor de nosotros. Porque si olvidamos qué nos ha hecho lo que somos... ¿tiene sentido averiguar adónde vamos? Quizás, necesitemos que Lewis Carroll a través del gato de Cheshire nos diga:  Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes.

miércoles, 4 de mayo de 2016

¿El mundo pertenece a los soñadores?

Habrá para quien la pregunta será retórica y quien conseguirá un tema de debate. Pero, ¿y si fuera cierto? ¿Cuál sería el resultado?
Este post, procura acercarnos a la respuesta.
En entradas anteriores, les hablé sobre mi colección de frases. Lo considero un recurso de infinita inspiración y reflexión, es que en su aparente sencillez nos conectan con lo más profundo del pensamiento humano. En unas pocas palabras, nos hace plantearnos la realidad como nunca antes, cambiar la perspectiva por la cual nos regimos y a crecer en más de un sentido. Tienden puentes entre generaciones y las personas más diversas posibles.
Basta un vistazo para que te dejen sin aire o se conviertan en tus predilectas. Así me pasó hace poco, experiencia que tengo que compartir con ustedes.
"¿Cómo tu invento podría cambiar el mundo? -inquirió desconfiado.
- Si viese a un niño volando en un jet pack, creería que todo es posible... ¿No cree que eso cambiaría el mundo?", Tomorrowland.
Un diálogo tan sencillo y contundente en esencia, me hizo recordar que las acciones superan lo obvio. La obra más "común" puede dejar una marca imborrable en otros, puede ser un parte aguas. En ocasiones solo necesitamos la convicción de que todo es posible. Entonces, el fracaso o el éxito dependerá del esfuerzo y la pasión que tengamos
Tomorrowland es la clase de película que nuestra generación, rica en sueños y pasión, debe considerar con la oportuna seriedad. Porque nos retrata; retrata nuestras luchas, la incomprensión así como la rebeldía justificada de avanzar aunque los números y posibilidades estén en nuestra contra. Tomorrowland nos encara con el futuro que podemos construir, entre visionarios, soñadores y locos. Nos presenta un camino poblado de inconvenientes y rechazos, que a ninguno se le hará ajeno, pero que asumimos cuando recibimos nuestro "pin". Ese diminuto accesorio que me atrevo a comparar con una semilla. Se plantan semillas a consciencia de que, con los cuidados necesarios, tendremos a un árbol con sus frutos, su sombra, su aire renovado y la esperanza que nos envuelve.
Encuentro en el primer contacto de Casey con el pin, una analogía entre cada persona y su sueño; su pasión. Resulta abrumador, onírico y... hasta adictivo. Porque lo vemos y sentimos tan cerca, tan real y palpable. Nos transportamos a esa realidad que llegará, que forjaremos entre insomnios, sangre, sudor y lágrimas.
Este filme, nos enseña a pensar fuera del cajón. A contemplar y valorar los diferentes ángulos de la misma realidad, de la cotidianidad. En fin, nos muestra que somos artesanos que moldeamos nuestro porvenir.