miércoles, 31 de agosto de 2016

Una condición temporal

Reinicio.
El año era especialmente lluvioso, quizás, era un presagio de cómo se nublarían mis sentidos. Me ahogaba en el vacío.
En cuestión de un mes, perdí mis ahorros. Mi pareja se largó con otro, mi único amigo emigró y se venció mi contrato laboral. Fue entonces cuando la situación se hizo crítica. Una tarde tras llamarle a cuanto conocido tenía, se desató la tormenta eléctrica. Para cuando se detuvo; estaba atrapado en un tiempo que no era el mío. Las pantallas de la ciudad, anunciaban año bisiesto: el mundo se preparaba para las olimpiadas.

17/03
Querida Marina:
Alfonso padeció una condición inexplicable; en que aseguraba "ver el pasado". Desconozco el inicio exacto, ni siquiera él mismo lo sabe. En principio, creyó que se trataba de sueños vívidos en exceso, con los días, fue descartando esa teoría. Sin embargo, la condición hizo un tajo en su cerebro hasta expandirse a su vida. Era como si la tierra se abriese bajo sus pies. Su mundo cambio de dirección, arrastrándolo a una guerra; era él contra su psique.

A otra altura de la línea del tiempo, Gastón esquivaba la realidad. Sentado en una plaza del centro, se inventaba otra vida. La suya era un mal chiste. Rió sin ganas. Se identificaba con el gato que los niños pateaban a unos metros de él.
"Ser humano, no siempre es mejor", dijo para sí. Mientras el gato paso frente a él, huyendo.
Una ventisca enrarecida arrastró hojas sueltas del periódico. Gastón las rompió sin mediar, iracundo. Tardó poco en arrepentirse, las noticias correspondían a tres años en el futuro. El mundo se reprogramó, dejando a Gastón fuera de lugar. Era un tipo peculiar de extranjero; era ajeno a ese tiempo.

25/04
Querida Marina:
Entiendo tus dudas sobre el tema, pero soy únicamente un mediador. Alfonso fue terminante, obtuso, solo nosotros conocemos su condición. Te confieso que lo probé incontable veces. Al inicio, sospeché que era un fiasco. Sin embargo, conocía detalles jamás registrados. Hice una investigación profunda con personas que coincidieron en los lugares y horas que él señaló. No importa con cuántos hablase, las versiones siempre coincidían. Calzaban perfectamente. Creo que el detonante de su condición, fue su obsesión por aquella empresa con aires de secta. Por esa época, trabajaba 14 horas al día. Desviaba las conversaciones hacia las ventas, los productos, sus beneficios; era una estrategia para ganar adeptos. Su círculo se redecía, sin remedio; sin que pareciera consciente de lo que sucedía.

Nuestra sociedad está plagada de registros y números. Nos creamos la ilusión de que somos civilizados, pero nos tratamos como parte de una manada. Nos contamos por cabeza, como ganado, nos nombramos para hacernos gente...
- Gastón... ¿qué significa un nombre en Marte? Si el criogenizar deja de ser ficción, ¿al despertar los criogenizados se sentirán como yo? ¿Qué soy aquí? -me preguntaba aislado. Sin entender qué sucedía.

Gastón y Alfonso fueron recluyéndose de la realidad; su entorno cambió, convirtiéndose en un toro. Uno que arremetió contra ambos, la realidad se hizo abstracta. ¿Sacarían las circunstancias su instinto de supervivencia? Se acababan las respuestas.

 08/05
Querida Marina:
Por aquellos días, tuve que mudarme con Alfonso. Fue nuestra pobre solución a sus desapariciones constantes. No supe reaccionar, hasta el mínimo espacio estaba invadido por los productos que vendía. Tomaba dosis absurdas de café y, para colmo, su condición empeoraba.
Tocamos el límite de encerrarlo en su cuarto; aunque él accedió, me sentí un criminal. Fue inútil.
Éramos niños peleando contra lo desconocido. ¡Ah, lo desconocido! Por siglos nos atormenta. Allí comenzó nuestra lucha por entender el fenómeno en sí, quizás, hilamos toda clase de teorías al respecto.

No existían cerrojos que contuviesen a Alfonso, tampoco libertad para Gastón. Como si los cambios iniciales fuesen insuficientes, el tiempo tenía un ritmo diferente para ambos. La condición que compartían se manifestaba de manera distinta en cada uno. Estaban al borde de una colisión; con su inherente destrucción.

Tras diez meses, vivía en un albergue: estaba reiniciando. Sin punto de partida, evadía la camisa de fuerza con mi silencio. Trabajaba a doble turno, pronto podría alquilar un lugar. En medio de la locura, quedaban retazos de sentido común.
Habría sido así, la vida volvería a su cauce, a ser aburrida y predecible. Solo tenía que ignorar a esa chica. La chica en la plaza, con el periódico que anunciaba la quiebra de la vieja compañía. Una edición de tinta fresca y tres años atrás. Sentí que alguien me odiaba.

13/06
Querida Marina:
Fuiste una desconocida hasta tres meses atrás. Entonces, Alfonso me habló de ti, eras un secreto bajo llave. Esperando el olvido, alegó Alfonso, aunque no le creí. Me contó de aquel día en la plaza, del otro muchacho y la laguna del tiempo. Así la llamaste, ¿verdad? Al momento de decirles que perdieron la perspectiva. El otro muchacho, creo recordar que su nombre era Gastón, estaba al borde del suicidio.
En cuanto a Alfonso, su obsesión por el trabajo invadió algo más que su casa. Trabajaba y dormía, así dividía sus horas. Comía trabajando, trabajaba comiendo.
Me queda la duda de cómo diste con ambos.
Ahora esa etapa parece lejana. Es el efecto de la crisis superada, pero detecto en ambos el miedo de recaer.
En fin, solo me resta agradecerte el trago amargo y sus motivos.

Soy el toro, fui el toro. Incité su colisión, como dicen algunos: el tiempo es sabio. Cura heridas, pero también las provoca. Estremecí sus perspectivas y, desde entonces, cada vez que hay tormenta: recibo una carta más.

Jaula de caos

Limpiaba la sangre en mi ojo. Me daba vergüenza mi cuerpo, la historia que contaba me quebraba. Era el quinto día consecutivo escuchando la misma voz, sentía mis tímpanos estallar. Necesitaba silencio. Me levanté del charco de sangre, perseguiría aquel cúmulo de quejas. Las callaría; conseguiría una manera.
Por primera vez, el bullicio del exterior quedaba en meros susurros. Tom, me seguía y lamía mis heridas cada tanto. Hallamos el origen de la voz.
Frente a nosotros, se erguía una casa en ruinas y penumbras. El lugar desentonaba con la ciudad con su perenne aire de fiesta e iluminada hasta en su último callejón. La música no cesaba, sin importar la hora del día ni el momento de la semana.
- Alguien olvidó pintar esta esquina -mi sarcasmo estaba en pleno apogeo.
Entrar fue sencillo, nunca es un reto para las ratas.
Él estaba de cuclillas frente al fuego, hizo una fogata con los retratos. Notaba los recuadros en que varía el color, el polvo era delator. Vi chisporrotear las llamas mientras consumían fotos en blanco y negro, cartas, muebles e incluso ropa.
- Es difícil deshacerse de una vida, ¿eh? -exclamé frente a la montaña de escombros en la sala.
Se alzó su figura, con sus dos metros de altura, y manoteó el aire. Permanecí inmutable, la violencia me era familiar. El miedo abandona a lo conocido.
Sus pupilas se dilataron, perdí la curiosidad. Poco me interesaba si era por asombro, adrenalina u otro motivo. Intentó vociferar e hizo grandes ademanes. Tom le gruñó.
- ¿Tu vida es un asco? ¡Solo eres un engreído, un egocéntrico esperando que todos te entiendan! Quieres que los demás te escuchen, eres un monólogo con cuerpo de humano... Un monólogo disfrazado de gente.
Escuchaba. Era inevitable. Nací así, escuchando el alma de los otros. No sus pensamientos, no sus emociones, sino esa extraña aglomeración que los define y diferencia.
- Él no puede hablar... -dijo un niño atravesando el pasillo-. Tampoco sirve que escriba, mire.
Me entregó un diario con símbolos al azar en cada página. Alcancé a hojearlo antes que el hombre lo arrebatara de mis manos.
- Al principio, creímos que tendría lógica. ¿Sabe? Como un código secreto, incluso le pedimos escribir la misma frase varias veces...
- El resultado varió, ¿verdad? -clavé la mirada en el sujeto. Él asintió.
Fruncí el entrecejo.
Sin perder la consciencia, me desvanecí. La resistencia no hace la inmortalidad, en contraluz, pasaba desapercibido el torniquete que me hice y mi condición. Gael, el pequeño, buscó el botiquín de primeros auxilios mientras le indicaba cómo cambiarme el vendaje sucio. Los niños poseen un extraño y certero instinto. Me quedó claro, con su pregunta.
- Tú... tú, tienes una idea de qué le sucede.
- La tengo -suspiré.
Las voces, como la de aquel hombre, me desequilibraban. Sacaban la rabia contenida en mí, me sentía perseguida por ellas. Sin descanso, sin un resquicio de paz, me volvía un manojo de agresividad. Ahora, cerca de la fogata, extendí mis brazos. Magulladuras, costras, sangre seca, cicatrices mal curadas; era asquerosa.
Al contemplarme, por primera vez, él se agachó. Tendiéndome pan mientras hacía una seña a Gael. Nos quedamos en silencio, el niño  no se atrevió a preguntar, se concentró en servirnos comida a Tom y a mí. No aparté mis ojos de la mirada del hombre, si me equivocaba, dejaría otra bestia suelta. Otra persona acabaría como yo.
- Su nombre es Adam... ¿y el tuyo?
- Atena -hice una pausa-. Nadie puede sacarte de tu condición, solo puedo explicarte qué sucede.
Hizo una mueca de escepticismo.
Suspiré, estaba tentando la poca paciencia que recién recuperé.
- Perdiste la capacidad de hablar; no la voz...
- ¿Qué no es lo mismo?
- No, Gael. En el caso de Adam, y según lo que escucho, él se encerró. Esta fogata no es fortuita, es un resumen de qué hizo con su vida.
Adam se levantó y volvió a manotear el aire con furia.
- ¡¡Deja tu testarudez o seguirás a..!! -Tom me lamió la mano. Respiré profundo-. Intento ayudar, ¿sí?
Gael estaba entre ambos, intentando mediar. Adam apretó los puños y resopló, antes de sentarse en el piso. Los muebles se hacían cenizas.
- No entiendo cómo llegaste a este límite, pero quien lo provocó: te dio la solución.
Arqueó la ceja.
- Escucha. Tan simple como eso.
Rió de mala gana; tensé los músculos. Mi tono fluctuaba a cada minuto.
- ¿Cómo lo ayudará? No entiendo, Atena.
- Escuchar significa que el otro te importa, tienes que separarte de la actitud de Narciso.
Miró de refilón mis cicatrices, mi ojo hinchado y mi complexión lastimera.
Silencio.
Así dormí, sin mediar otra palabra.
Abrazando a Gael, con Tom acurrucado a mis pies. La fogata se apagó, el piso estaba frío y yo demasiado sensible. Sin embargo, era mi noche más agradable en mucho tiempo.
Los primeros rayos de sol atravesaron las ventanas, el día le sentaba bien a las paredes.
Permanecí quieta, a la defensiva. Adam estaba de pie, en la otra esquina.
- Escuchar, ¿dices? No te ves muy bien que digamos, eso de escuchar -desvió la mirada-, suena a tortura.
Gael agarró mi brazo con fuerza, estaba despierto. Sentí sus uñas clavarse en mi piel. Quedé muda; había dolor en la expresión de Adam. Las almas también entienden de estaciones; entrábamos en verano.

domingo, 28 de agosto de 2016

Entrenando el músculo creativo

Estamos sumergidos en un maratón incesante, en una carrera que nos exige estar en forma. Aquí estamos, estirando los músculos de creativos, haciendo precalentamiento con música. Subiendo las revoluciones del pensamiento con lecturas y conversaciones, haciendo un remix mientras volcamos lo viejo en nuevos contextos y exigencias.
Explora la biodiversidad del pensamiento
El insight puede parecer un momento mágico en que las soluciones e ideas surgen sin esfuerzo. Suena sencillo, como el descubrimiento que le sigue al error. Sin embargo, para que haya error tuvo que existir intento previo. Entiendo el insight como una colisión de ideas que ocurre de forma espontánea. Para que sea posible la colisión, tenemos que considerar una variedad de caminos y opciones. Buscar esa fricción y darle bases.
Me identifico con Picasso cuando refería "que la inspiración te encuentre trabajando". Si nuestros músculos y manos permanecen estáticos, esperando que algo suceda, nada pasará. Es importante estudiar los mecanismos de nuestra creatividad, sus detonantes, sus bases y estructuras antes que perseguir soluciones ilusorias.
El hombre inteligente, se rodea de personas más inteligentes que él, Hay que sudar al insight, como el estudiante que se quema las pestañas. Porque es el reflejo de la necesidad de estar en movimiento, de crear, expandirnos y reinventarnos.
Si el insight es la palanca, un músculo creativo entrenado es el punto de apoyo. Ambos son codependientes en la carrera del pensamiento lateral. Incubemos ideas, hagámosla germinar. y, como sucede previo al amanecer, en el momento que cerremos los ojos: sabremos que una idea está por nacer.
¡Les invito a conocer el ritmo de mi insight siguiéndome en Instagram como @VirginiaCulpa!

sábado, 27 de agosto de 2016

Deformación

La creatividad es la hiperactividad del pensamiento. Es la necesidad de hacer, reinventarse y deshacerse para comenzar de nuevo. Acá las reglas se quedan en papel, la única que llevamos con nosotros es mantenernos en movimiento. Quietos, nos oxidamos y se nos extravían los ideales; el empuje de salir de nosotros de tantas formas como sea posible. Antes de presentarles un nuevo material, me gusta hacer una pequeña introducción. Entrar en el clima de confianza y cercanía que marca a Sinapsis. Hoy les traigo mi cuento más reciente, rompamos la rutina con él. ¡Feliz lectura!

La interpretación nos decodifica


Deformación

¿La costumbre te encasilla o te mata?, era la pregunta que atormentaba a Sofía cuando cerraba los ojos. Entonces, sacudía la cabeza y los abría, era su anestesia. Engulló otro bocado; la comida era mera necesidad.
            Observó una pareja en la mesa del lado. Se tomaban una foto tras otra, a petición de la chica. Su compañero hizo una mueca ante el décimo flash y se valió de una maniobra para distraerla con el menú. Sofía tocó su estómago y pidió para llevar lo que restaba en el plato.
            “Un teclado”, pensó mientras la camarera sonreía en su dirección y recogía la cuenta.
-      Oprimes una tecla y obtienes un sonido... –masculló, saliendo del local.
Andaba por inercia, como una nota más. Echó un vistazo a la torre del reloj en la plaza. Reconoció algunas siluetas entre las gentes que iban y venían por la calle principal. Zapatos desgastados, audífonos puestos y ruedos raídos, así los reconocía si olvidaba sus rasgos. Estaban entre la muchedumbre, pero no se confundían con ella. Sería suficiente con seguirlos, irían al centro del parque como cada miércoles a media tarde.
Los cuerpos caían como piezas de Tetris en su lugar, poco a poco se formó el semicírculo en el césped. Los recién llegados se acomodaban: algunos sacaban libretas, otros blocks de dibujos, había quien alistaba su cámara y el que afinaba su flauta. Sofía se quedó distanciada de todos ellos. Cada miércoles, en cada reunión y rodeada por las figuras de aquellos desconocidos; creía sentir.
Se masajeó las sienes; el protagonista acababa de entrar. Con andar pausado, distraído, y guitarra a cuestas se ubicó en el centro. Era inexplicable cómo sus ensayos se transformaron en algo más, pero se aferraba a la nueva dinámica. Sonrió al medio centenar de personas que lo rodeaban e hizo una ligera reverencia. Sofía cerró los puños.
-      ¿Cuándo funciona un despertador? –susurró. El muchacho comenzó a tocar, mientras ella seguía el movimiento de sus manos-. ¿Para qué sirven las cuerdas si el sonido es igual? –cuestionó, escéptica.
Bajó la mirada hacia los dibujantes, sus blocks estaban vacíos. Hizo lo propio con los fotógrafos aficionados; las pantallas de las cámaras estaban en blanco. Examinó a cada fracción del grupo, entendió que perdía el tiempo. Se iban desfigurando entre las notas del guitarrista.
Punzada.
Frente perlada.
Un flash la cegó. Allí estaba, la sensación de pérdida. Un recuerdo borroso, un sabor en el paladar, palabras sin significado. Era como armar el sueño de la noche anterior. Cayó de rodillas. La única nota llenaba el aire, mientras Sofía arañaba el suelo.
Se mordió el labio. Quería quedarse allí. Necesitaba...
-      ¿Qué... qué sucede? –escuchó un ritmo.
Estaba invadida en su cuerpo.
Su cuerpo la mordía. Tenía una serie infinita de imágenes en los párpados. Le faltaba el aire, aunque las copas de los árboles se mecían. Se obligó a abrir los ojos, a no parpadear.
-      ¿Estás bien?
-      No sucede nada con ella, no le hables.
Sofía alzó el rostro. Aunque escuchó la voz de dos hombres, solo reconoció una: era el guitarrista. Sintió que su cabeza explotaría, no se explicaba de dónde salió la otra voz. El semicírculo estaba de pie, el muchacho se detuvo en medio de la canción.
-      Siempre vienes por acá, todos te reconocemos. ¿Necesitas ayu... –la frase quedó sin terminar.
El guitarrista endureció el semblante y tensó los músculos. Sofía notó cómo se formaban arrugas a la altura de su cuello, pero el resto de las personas seguía al margen. Varios metros atrás de ellos.
-      ¡¡Lárgate antes que te rompa los dedos!! –soltó la voz de antes.
Sofía se estremeció, como si tuviese electricidad en los huesos. La imagen gris del césped, los rostros, el cielo y cada aspecto de su entorno se plagó de “fallas”. Parado tras el guitarrista estaba un retratista, con su block en mano. Sin reaccionar, Sofía notó cómo se descubrían poco a poco trazos en la hoja que antes estaba vacía.
Lentamente, fue incorporándose. Parpadeo tras parpadeo las “fallas”, esos puntos fuera de la escala de grises, se extendieron. El pasto reverdecía, ahora las ropas de las personas variaban no solo en forma, sino también en matices. Sofía estaba abrumada. El guitarrista discutía a viva voz con alguien frente a sí. Sin embargo, Sofía era la más próxima a él.
-      Tendría que estar aquí... Exactamente, donde estoy... ¿parada?
-      ¡¿Qué no ves lo confundida que está?! –peleó el guitarrista, atenazando el aire a la altura de su cuello.
Un sonido metálico crispó los nervios en el parque. Sofía diferenció una navaja en el aire, mientras que los contornos de su alrededor iban redefiniéndose. De aquellas figuras difusas que la confundían y le provocaban rechazo, se hacían formas con texturas, grosor y profundidad.
Los estímulos crecieron al ritmo que se levantaba la navaja.

-      ¡¡PARA AHORA!! –gritó. Parpadeando de nuevo, Sofía se descubrió a dos metros del guitarrista y, entre ambos, un muchacho corpulento con navaja en mano.
Las imágenes infinitas se detuvieron, comprendió porque perdió el tacto y porque sus sentidos estaban alterados. Desconocía cuánto tiempo tenía en esa situación. Sin pensar, le arrebató la navaja al segundo muchacho, al dueño de la otra voz.
-      Tu miedo se hizo realidad. Reaccioné, escapé de tu iris monocromático.

lunes, 22 de agosto de 2016

Contra la oscuridad

Alejarnos de las pantallas que marcan el ritmo de lo cotidiano, del mundo moderno en que nos movemos, tiene resultados que merece el experimento. Les confieso que he desarrollado la adicción de pensar fuera de la caja. Hace poco, les comentaba a unos amigos sobre mis gustos itinerantes en cuanto a música, colores, temas de interés, etc. Próximamente, notarán esas variaciones en los contenidos del blog o en su presentación.
Cambiar y crecer son aspectos inseparables.
En lo particular, concibo el pensamiento humano como una plastilina. Es necesario que tome diversas formas, que se reinvente. El material original será inmutable, pero el resultado dependerá solo de nosotros. De nuestro afán por el ensayo y error.
A veces, lo más inteligente es decir lo bueno a vox pópuli. Tal es el caso del apoyo y el cariño que he recibido últimamente con motivo de mis escritos. Ser agradecidos, a mi parecer, debería ser una máxima en la vida. Escribir e imaginar son mi manera de ser. Distan mares de ser un hobbie; son mi segunda piel.
Agradezco con la mayor sinceridad que me es posible, a quienes leen mis letras y permiten que inunden su día. Por ellos, hoy Sinapsis trae dos nuevos post.
Ambos con los poros abiertos, sin ánimos de disimular la belleza de la imperfección. Nada más bello que la naturalidad. Este es el primero con un "¡gracias!" explícito e implícito, con mi poema más nuevo (la tinta sigue fresca). El segundo, abarca un tema indispensable cuando hablamos de creatividad. Sin más preámbulos, qué la poesía nos conecte y reinvente.

Contra la oscuridad

El sol
incendió mi fuego
y, aunque ahora oscurece,
me voy consumiendo.

Me armo,
con brazas de mi ser
para lanzarlas
y herir a la oscuridad.

Abriré brechas
contra la noche
que te pulveriza
la sonrisa.

Araño su negrura,
araño sus penas,
su carencia de arte
y su excesiva frialdad.

Acá,
muchos llevan
la noche por dentro;
pero a mí,
el sol me colonizó
los sentidos.

PD: Quiero confesarles, que me canso con facilidad de los monólogos. Quiero leerlos. Quiero tener el feedback que nos hace crecer e ir mutando de perspectivas. Quiero saber qué es la poesía para ustedes, cómo la viven, cómo la sienten. Los invito a visitarme en Instagram e iniciar el diálogo, estamos en el momento 2.0, ¡hagámoslo propio! Mi usuario es @VirginiaCulpa, entre semana subo algunos poemas que complementarán el contenido del blog. Por ahora, les recomiendo Indirectas, Refrescante y Augurios. ¡Rompamos el monólogo!

Foto de mi autoría. La belleza de una ciudad, es el rocío de las almas que la habitan.














jueves, 4 de agosto de 2016

Pájaros transparentes


Mis queridos internautas, lo prometido es deuda. Asomé en el post anterior que compartiría algunos de mis escritos. Estoy desarrollando una relación con la poesía, como la ciudad con el café o los horarios con el reloj. Me encanta cómo me conecta con otros, sin peajes ni intermediarios, es una manera excepcional de estrechar almas.
Le dedico este festival de letras a esos pájaros transparentes que están descubriéndose como tal. ¡Sumemos a la vida y a los demás, desvelemos cada belleza oculta, saquémosle el antifaz!


Pájaros transparentes

Encontremos un refugio
para el ave errante
e inmigrante que tenemos
en el alma.

Ese pájaro sin bandada,
sin tierra,
con olvido de su especie,
con errores de 24 horas.

Ese pájaro transparente,
que se tiñe de ocaso,
de amaneceres,
que se difumina entre nubes
y lleva fuego en sus alas.

Ese pájaro
que planea entre alegrías efímeras
y corta con sus alas
el aire deprimente
de muerte y cenizas.

Ese pájaro
siempre al borde
de una combustión,
de la erupción volcánica
de los sentidos,
de la creación de islas
y archipiélagos.

Caen sus plumas
en medio del vuelo,
tocan aceras,
avenidas, plazas e iglesias...
Y allí, donde caen
germina la hermosura
en la piel de la poesía.

Ese pájaro
recorrió medio mundo,
atontado de soledad,
sintiendo su corazón
una Torre de Babel
en que proliferaban pensamientos
ambivalentes,
taciturnos
y elocuentes.

Al vuelo,
las voces de aquella sala
lo convocaron, sin conocer
su nombre, entendieron
su naturaleza.

Asomó la testa,
las almas inquietas
tienden a la curiosidad...
Encontró reunida una bandada:
una bandada
de pájaros transparentes.


¡Sígueme y encuentra más!
Twitter: @Virgiccv
Instagram: @Virginiaculpa