Reinicio.
El año era especialmente lluvioso, quizás, era un presagio de cómo se nublarían mis sentidos. Me ahogaba en el vacío.
En cuestión de un mes, perdí mis ahorros. Mi pareja se largó con otro, mi único amigo emigró y se venció mi contrato laboral. Fue entonces cuando la situación se hizo crítica. Una tarde tras llamarle a cuanto conocido tenía, se desató la tormenta eléctrica. Para cuando se detuvo; estaba atrapado en un tiempo que no era el mío. Las pantallas de la ciudad, anunciaban año bisiesto: el mundo se preparaba para las olimpiadas.
17/03
Querida Marina:
Alfonso padeció una condición inexplicable; en que aseguraba "ver el pasado". Desconozco el inicio exacto, ni siquiera él mismo lo sabe. En principio, creyó que se trataba de sueños vívidos en exceso, con los días, fue descartando esa teoría. Sin embargo, la condición hizo un tajo en su cerebro hasta expandirse a su vida. Era como si la tierra se abriese bajo sus pies. Su mundo cambio de dirección, arrastrándolo a una guerra; era él contra su psique.
A otra altura de la línea del tiempo, Gastón esquivaba la realidad. Sentado en una plaza del centro, se inventaba otra vida. La suya era un mal chiste. Rió sin ganas. Se identificaba con el gato que los niños pateaban a unos metros de él.
"Ser humano, no siempre es mejor", dijo para sí. Mientras el gato paso frente a él, huyendo.
Una ventisca enrarecida arrastró hojas sueltas del periódico. Gastón las rompió sin mediar, iracundo. Tardó poco en arrepentirse, las noticias correspondían a tres años en el futuro. El mundo se reprogramó, dejando a Gastón fuera de lugar. Era un tipo peculiar de extranjero; era ajeno a ese tiempo.
25/04
Querida Marina:
Entiendo tus dudas sobre el tema, pero soy únicamente un mediador. Alfonso fue terminante, obtuso, solo nosotros conocemos su condición. Te confieso que lo probé incontable veces. Al inicio, sospeché que era un fiasco. Sin embargo, conocía detalles jamás registrados. Hice una investigación profunda con personas que coincidieron en los lugares y horas que él señaló. No importa con cuántos hablase, las versiones siempre coincidían. Calzaban perfectamente. Creo que el detonante de su condición, fue su obsesión por aquella empresa con aires de secta. Por esa época, trabajaba 14 horas al día. Desviaba las conversaciones hacia las ventas, los productos, sus beneficios; era una estrategia para ganar adeptos. Su círculo se redecía, sin remedio; sin que pareciera consciente de lo que sucedía.
Nuestra sociedad está plagada de registros y números. Nos creamos la ilusión de que somos civilizados, pero nos tratamos como parte de una manada. Nos contamos por cabeza, como ganado, nos nombramos para hacernos gente...
- Gastón... ¿qué significa un nombre en Marte? Si el criogenizar deja de ser ficción, ¿al despertar los criogenizados se sentirán como yo? ¿Qué soy aquí? -me preguntaba aislado. Sin entender qué sucedía.
Gastón y Alfonso fueron recluyéndose de la realidad; su entorno cambió, convirtiéndose en un toro. Uno que arremetió contra ambos, la realidad se hizo abstracta. ¿Sacarían las circunstancias su instinto de supervivencia? Se acababan las respuestas.
08/05
Querida Marina:
Por aquellos días, tuve que mudarme con Alfonso. Fue nuestra pobre solución a sus desapariciones constantes. No supe reaccionar, hasta el mínimo espacio estaba invadido por los productos que vendía. Tomaba dosis absurdas de café y, para colmo, su condición empeoraba.
Tocamos el límite de encerrarlo en su cuarto; aunque él accedió, me sentí un criminal. Fue inútil.
Éramos niños peleando contra lo desconocido. ¡Ah, lo desconocido! Por siglos nos atormenta. Allí comenzó nuestra lucha por entender el fenómeno en sí, quizás, hilamos toda clase de teorías al respecto.
No existían cerrojos que contuviesen a Alfonso, tampoco libertad para Gastón. Como si los cambios iniciales fuesen insuficientes, el tiempo tenía un ritmo diferente para ambos. La condición que compartían se manifestaba de manera distinta en cada uno. Estaban al borde de una colisión; con su inherente destrucción.
Tras diez meses, vivía en un albergue: estaba reiniciando. Sin punto de partida, evadía la camisa de fuerza con mi silencio. Trabajaba a doble turno, pronto podría alquilar un lugar. En medio de la locura, quedaban retazos de sentido común.
Habría sido así, la vida volvería a su cauce, a ser aburrida y predecible. Solo tenía que ignorar a esa chica. La chica en la plaza, con el periódico que anunciaba la quiebra de la vieja compañía. Una edición de tinta fresca y tres años atrás. Sentí que alguien me odiaba.
13/06
Querida Marina:
Fuiste una desconocida hasta tres meses atrás. Entonces, Alfonso me habló de ti, eras un secreto bajo llave. Esperando el olvido, alegó Alfonso, aunque no le creí. Me contó de aquel día en la plaza, del otro muchacho y la laguna del tiempo. Así la llamaste, ¿verdad? Al momento de decirles que perdieron la perspectiva. El otro muchacho, creo recordar que su nombre era Gastón, estaba al borde del suicidio.
En cuanto a Alfonso, su obsesión por el trabajo invadió algo más que su casa. Trabajaba y dormía, así dividía sus horas. Comía trabajando, trabajaba comiendo.
Me queda la duda de cómo diste con ambos.
Ahora esa etapa parece lejana. Es el efecto de la crisis superada, pero detecto en ambos el miedo de recaer.
En fin, solo me resta agradecerte el trago amargo y sus motivos.
Soy el toro, fui el toro. Incité su colisión, como dicen algunos: el tiempo es sabio. Cura heridas, pero también las provoca. Estremecí sus perspectivas y, desde entonces, cada vez que hay tormenta: recibo una carta más.