La creatividad es la hiperactividad del pensamiento. Es la necesidad de hacer, reinventarse y deshacerse para comenzar de nuevo. Acá las reglas se quedan en papel, la única que llevamos con nosotros es mantenernos en movimiento. Quietos, nos oxidamos y se nos extravían los ideales; el empuje de salir de nosotros de tantas formas como sea posible. Antes de presentarles un nuevo material, me gusta hacer una pequeña introducción. Entrar en el clima de confianza y cercanía que marca a Sinapsis. Hoy les traigo mi cuento más reciente, rompamos la rutina con él. ¡Feliz lectura!
![]() |
La interpretación nos decodifica |
Deformación
¿La costumbre te encasilla o te mata?, era la pregunta que
atormentaba a Sofía cuando cerraba los ojos. Entonces, sacudía la cabeza y los
abría, era su anestesia. Engulló otro bocado; la comida era mera necesidad.
Observó una pareja en la mesa del
lado. Se tomaban una foto tras otra, a petición de la chica. Su compañero hizo
una mueca ante el décimo flash y se valió de una maniobra para distraerla con
el menú. Sofía tocó su estómago y pidió para llevar lo que restaba en el plato.
“Un teclado”, pensó mientras la camarera
sonreía en su dirección y recogía la cuenta.
-
Oprimes una tecla y
obtienes un sonido... –masculló, saliendo del local.
Andaba por inercia, como una nota más. Echó un vistazo a
la torre del reloj en la plaza. Reconoció algunas siluetas entre las gentes que
iban y venían por la calle principal. Zapatos desgastados, audífonos puestos y
ruedos raídos, así los reconocía si olvidaba sus rasgos. Estaban entre la
muchedumbre, pero no se confundían con ella. Sería suficiente con seguirlos,
irían al centro del parque como cada miércoles a media tarde.
Los cuerpos caían como piezas de Tetris en su lugar, poco
a poco se formó el semicírculo en el césped. Los recién llegados se acomodaban:
algunos sacaban libretas, otros blocks de dibujos, había quien alistaba su
cámara y el que afinaba su flauta. Sofía se quedó distanciada de todos ellos. Cada
miércoles, en cada reunión y rodeada por las figuras de aquellos desconocidos;
creía sentir.
Se masajeó las sienes; el protagonista acababa de entrar.
Con andar pausado, distraído, y guitarra a cuestas se ubicó en el centro. Era
inexplicable cómo sus ensayos se transformaron en algo más, pero se aferraba a
la nueva dinámica. Sonrió al medio centenar de personas que lo rodeaban e hizo
una ligera reverencia. Sofía cerró los puños.
-
¿Cuándo funciona un
despertador? –susurró. El muchacho comenzó a tocar, mientras ella seguía el
movimiento de sus manos-. ¿Para qué sirven las cuerdas si el sonido es igual?
–cuestionó, escéptica.
Bajó la mirada hacia los dibujantes, sus blocks estaban
vacíos. Hizo lo propio con los fotógrafos aficionados; las pantallas de las
cámaras estaban en blanco. Examinó a cada fracción del grupo, entendió que perdía
el tiempo. Se iban desfigurando entre las notas del guitarrista.
Punzada.
Frente perlada.
Un flash la cegó. Allí estaba, la sensación de pérdida. Un
recuerdo borroso, un sabor en el paladar, palabras sin significado. Era como
armar el sueño de la noche anterior. Cayó de rodillas. La única nota llenaba el
aire, mientras Sofía arañaba el suelo.
Se mordió el labio. Quería quedarse allí. Necesitaba...
-
¿Qué... qué sucede?
–escuchó un ritmo.
Estaba invadida en su cuerpo.
Su cuerpo la mordía. Tenía una serie infinita de imágenes
en los párpados. Le faltaba el aire, aunque las copas de los árboles se mecían.
Se obligó a abrir los ojos, a no parpadear.
-
¿Estás bien?
-
No sucede nada con
ella, no le hables.
Sofía alzó el rostro. Aunque escuchó la voz de dos
hombres, solo reconoció una: era el guitarrista. Sintió que su cabeza
explotaría, no se explicaba de dónde salió la otra voz. El semicírculo estaba
de pie, el muchacho se detuvo en medio de la canción.
-
Siempre vienes por
acá, todos te reconocemos. ¿Necesitas ayu... –la frase quedó sin terminar.
El guitarrista endureció el semblante y tensó los
músculos. Sofía notó cómo se formaban arrugas a la altura de su cuello, pero el
resto de las personas seguía al margen. Varios metros atrás de ellos.
-
¡¡Lárgate antes que te
rompa los dedos!! –soltó la voz de antes.
Sofía se estremeció, como si tuviese electricidad en los
huesos. La imagen gris del césped, los rostros, el cielo y cada aspecto de su
entorno se plagó de “fallas”. Parado tras el guitarrista estaba un retratista,
con su block en mano. Sin reaccionar, Sofía notó cómo se descubrían poco a poco
trazos en la hoja que antes estaba vacía.
Lentamente, fue incorporándose. Parpadeo tras parpadeo las
“fallas”, esos puntos fuera de la escala de grises, se extendieron. El pasto
reverdecía, ahora las ropas de las personas variaban no solo en forma, sino
también en matices. Sofía estaba abrumada. El guitarrista discutía a viva voz
con alguien frente a sí. Sin embargo, Sofía era la más próxima a él.
-
Tendría que estar
aquí... Exactamente, donde estoy... ¿parada?
-
¡¿Qué no ves lo
confundida que está?! –peleó el guitarrista, atenazando el aire a la altura de
su cuello.
Un sonido metálico crispó los nervios en el parque. Sofía
diferenció una navaja en el aire, mientras que los contornos de su alrededor
iban redefiniéndose. De aquellas figuras difusas que la confundían y le provocaban
rechazo, se hacían formas con texturas, grosor y profundidad.
Los estímulos crecieron al
ritmo que se levantaba la navaja.
-
¡¡PARA AHORA!! –gritó.
Parpadeando de nuevo, Sofía se descubrió a dos metros del guitarrista y, entre
ambos, un muchacho corpulento con navaja en mano.
Las imágenes infinitas se detuvieron, comprendió porque
perdió el tacto y porque sus sentidos estaban alterados. Desconocía cuánto
tiempo tenía en esa situación. Sin pensar, le arrebató la navaja al segundo
muchacho, al dueño de la otra voz.
-
Tu miedo se hizo
realidad. Reaccioné, escapé de tu iris monocromático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario