¿Qué pasa con nosotros en los momentos más críticos de nuestra vida? Dejemos de lado el fingir. O echemos al fuego esas percepciones erradas de un mundo idílico y perfecto, donde no salimos heridos. Donde somos súper humanos, donde las circunstancias no nos calan hasta el alma. Porque como se dice popularmente, a veces la procesión va por dentro.

Hace poco, por casualidad escuché un programa de radio interesantísimo. Sí, en superlativo. Hablaban de la importancia de visualizarnos en un futuro. De manera, que poniéndonos metas trabajemos sobre ellas. Con la situación de país que vivimos, puede parecer que estamos en medio de una tortura de película: donde nos hunden el rostro en una tina para ahogarnos, la sacan y repiten el proceso. Aunque no suelo escuchar con frecuencia la radio, el programa me enganchó al momento.
Porque desde una perspectiva realista nos siguen diciendo que tenemos oportunidades de crecimiento. En este instante, lo asocio con un comentario que escuché de uno de mis profesores en la universidad: "no es la universidad, es el estudiante". Contextualizaré para darme a entender, porque es un detalle esencial. Mi profesora nos comentaba que había entrado a recibir clases -no recuerdo los pormenores-, pero se sentía intimidada porque los demás eran estudiantes de prestigiosas universidades. En comparación, ella sentía que su Alma Mater quedaba "pequeña". No obstante, en poco tiempo mi profesora se destacó entre el resto de estudiantes por su rendimiento.
Traslademos ahora esta experiencia a la realidad del país. ¿Qué ha pasado con los venezolanos que emigran? Una parte importante de ellos sobresale en sus trabajos en el exterior, por la calidad de servicio, por su profesionalidad, por su rendimiento académico. La diáspora venezolana está nutriendo la cultura de otros países. He visto varios videos, publicaciones y variedad de contenido en que los venezolanos cumplen con el perfil que buscan las empresas extranjeras. Aunque siempre habrá quienes tengan sus reservas y piensen que los venezolanos "quitan el trabajo". También de acá parte un análisis interesante.
Tomaré como ejemplo el video de un chico peruano. Él comentaba que los venezolanos no "quitan trabajo a los peruanos". No, no, nada que ver. Lo que sucede es una historia completamente diferente. Al venezolano lo contratan porque está altamente capacitado, porque las empresas cubren las vacantes no partiendo de una nacionalidad: sino de un perfil del profesional y las necesidades del cargo. Entonces, ¿qué sucede? Ocurre que los trabajadores de varios países, se han quedado "dormidos". Optaron por una actitud pasiva, frente a la proactividad del venezolano. Mientras que otros por estar en su país de origen sienten que el Estado está obligado a darles un trabajo -lo que difiere del cielo a la tierra de darle oportunidades de trabajo-, los venezolanos tienen que ganarse las oportunidades a pulso. Justamente, por estar fuera de su país natal.
Retomemos el hilo conductor, el meollo del asunto, "no es la universidad, es el estudiante". Cada uno sabe cómo está Venezuela en estos tiempos, pero ¿cómo estoy yo como venezolano? En el programa, comentaban que la visualización y las metas, te ayudaban a crecer. Compartiré mi experiencia en este aspecto, porque allí radica la valoración que le di al programa radial. Desde hace años, quería tener la oportunidad de leerme 52 libros en un año. Es decir, uno semanal. Como toda lectora, siento que hay demasiados libros preciosos por descubrir.

Dejé de preguntarme si algo podía hacerse. Cambié la pregunta a ¿cómo puedo hacerlo? Me enfoqué en conseguir y aprovechar cada oportunidad que estaba al alcance. Mi creatividad tuvo un año entero de intenso entrenamiento. Si había que hacer algo, simplemente me preguntaba qué se necesitaba para ello. Me recuerda un poco a la película "McFarland: sin límites", donde los muchachos tenían que correr kilómetros para llegar a clases, descubriendo luego sus aptitudes para el atletismo. ¿Por qué el paralelismo? Porque la realidad que atravesamos, podemos convertirla en un trampolín a futuro. Pondré otro ejemplo, una querida amiga me comentó que estaba haciendo de "todera" en su trabajo. Aunque olvidé decírselo, a la larga ella estará sobrecalificada para cargos en otras empresas: en una realidad más normal. Pero, ¿qué sucede en el interin? Aprenderá a manejar el estrés, ella no es la clase de personas que se dejan hundir por las circunstancias. Hará cuánto pueda, cuánto esté a su alcance, como supo explicarme.
En cuanto a mí, la crisis puede ahogar muchas cosas, pero la creatividad sale a flote. Como también comentaban en el programa, no puedes dejarte quitar la esperanza. La esperanza es la última en perderse. Fue la última en quedarse en la Caja de Pandora. Si Mandela pudo estar preso en una habitación estrechísima y no dejarse vencer por el odio o la venganza, sino nutrir su mente. ¿Por qué no intentamos hacer algo así?

aquello, con un fascinación por experimentar. Como lo saben mis queridos amigos que planifican conmigo codo a codo. Al contrario, cada día me ayudan a planificarme más. A tener ese anhelo de hacer bien cada detalle y a la primera.
Esta crisis nos enseña a lidiar con la frustración. Siendo esta una habilidad indispensable para el ser humano. Nos ayuda a maniobrar rápido, a tener un abecedario completo de planes auxiliares. Finalmente, queda en nosotros tener una mentalidad derrotista o levantarnos de nuevo con renovadas fuerzas. Leyendo material sobre cómo escribir mejor, encontré algo que caló muy hondo en mi mente. No recuerdo las palabras exactas, pero iban más o menos así: sabemos que vamos a morir, pero qué haremos hasta entonces. Aunque se refería a cómo se terminaba una narración literaria, a la importancia de terminarla con esperanza. Es fácil trasferirlo a nuestro vivir cotidiano.