martes, 16 de octubre de 2018

El valor del error: menos photoshop, menos retoques y filtros

Hoy quiero comenzar hablándoles de rocas. Recuerdo un extracto de un libro que leí alrededor de un año, en esa historia a los niños se les enseñaba a ser muy perceptivos. La educación se basaba en preguntarles qué veían, así ellos iban analizando cada detalles. En un momento dado, los papás de la protagonista le preguntaban qué veía en las rocas del río. Le sacaron un par de ellas, una de formas redondeadas y otra marcada por ángulos.
La respuesta de la niña fue que la roca de bordes suaves tenía más tiempo siguiendo la corriente del río. Porque la fricción con otras rocas y la corriente acabaron por pulirla. ¿Por qué comenzar el post con este comentario? Porque el ser humano debe ser como la roca de un río, debe tener contacto con la realidad. Al relacionarnos con otros nos "pulimos", poco a pocos dejamos de herirnos mutuamente.
Estamos en una época en que nos sumergimos en la tecnología como si fuera el mar. Sin embargo, ¿en qué mar no hay riesgos? De los incontables riesgos a los que nos exponemos, hoy quiero referirme a uno en específico: buscar una perfección ilusoria.
Después de leer algunos artículos -y compararlos con la realidad- es muy fácil caer en la tentación de llevar una vida de Instagram. Una vida llena de momentos perfectos, gente perfecta, vidas perfectas. Excepto que... la vida no transcurre en el set de una película. Hay errores, fracasos, malas rachas y decepciones que tienen poco espacio en las redes. Tampoco se trata de sustituir la charla con un buen amigo por las publicaciones, sacando a relucir todo lo que nos pasa.
Es algo muy distinto. Es entender que en las redes sociales se muestra lo que se quiere. Como quien se edita las ojeras, aclara la piel o procura "quitarse" algunos kilos. Después de todo, la vida va mucho más allá de una pose para la foto de turno. A veces adoptamos y nutrimos actitudes que se convierten en serpientes, poco a poco se enroscan en torno a nosotros hasta asfixiarnos.
Esta serpiente de navegar sin rumbo entre los millones de perfiles o fotos, nos desconecta. Buscamos que nuestros días pasen sin errores, sin decepciones, sin caídas porque resultaría "poco estético". Entonces, escogemos convertirnos en flores artificiales, meros adornos pero sin una hebra de autenticidad. En lo particular, prefiero los errores.
Prefiero equivocarme mil veces. Aún con toda la impotencia que pueda sentir. Prefiero dar el todo por el todo, dar lo máximo de mí: aunque pase desapercibido, aunque sea infravalorado, aunque no resulte como esperaba. Hace algunos años, lo viví con mucha intensidad. Decidí participar en múltiples concursos de literatura y fue una decepción tras otra. Cuando me enteraba de los resultados, era como si apagasen todas las luces a mi alrededor. Las dudas me caían encima como un torrencial.
No cambiaría esa experiencia. Es difícil preguntarnos si servimos o no para algo que amamos con todo nuestro ser. Algo que nos mueve la fibra en tal medida, que siempre regresamos. Precisamente, esta clase de circunstancias son las que ponen a prueba qué tanto queremos algo.
En mi caso, reforzó mi pasión por la escritura. Puede que alcance mi sueño de ser escritora profesional o puede que no. Sin embargo, no dejaré que dependa de factores exteriores. Seguiré haciendo lo que esté a mi alcance. Pero, cuando se quiere evadir el error o el fracaso, se evade la vida. Acabamos teniendo miedo de mirarnos. De hallarnos cara a cara con nuestras limitaciones y nuestra historia, con nuestras imperfecciones. Si nuestra voluntad por perseguir algo es tan frágil que se quiebra, entonces no valía tanto para nosotros.
En cambio, si después de las caídas volvemos a levantarnos: es porque realmente nos importa. De lo contrario, puede ser que buscábamos otras cosas y las teníamos bajo la etiqueta incorrecta. Así que haremos como Kronk en "Las locuras del emperador", sacaremos el frasco equivocado. Sin embargo, aún estos errores nos ayudan si queremos aprovecharlos. Porque podemos replantearnos, ¿qué queríamos realmente? ¿Por qué estamos decepcionados? ¿Qué hicimos para obtener ese resultado o qué dejamos de hacer?
Es como una buena historia. Sería plana y aburrida si el protagonista está en un mundo perfecto, perfectamente satisfecho. Allí no ocurriría nada. Sin embargo, en las buenas tramas las circunstancias se tornan adversas a los personajes para que puedan crecer. Sin desafíos, sin retos, sin complicaciones al vida sería insípida. Así de insípida se vuelve cuando se reduce a una publicación más en las redes sociales. En lugar de las experiencias con amigos y familiares, el desarrollo emocional, humano y espiritual.
Una trama sin conflictos, no merece ser leída. Una historia sin fracasos, nada nos enseñará. Porque simplemente: no existe. Además, el buscar atajos para "ahorrarnos" los tragos amargos, solo nos debilita emocionalmente haciendo que el choque a futuro sea mucho peor. Habrá momentos en que explotaremos, en que seremos tan volátiles que nos haremos daño y haremos daño a quienes más amamos. Pero está en nosotros, tomar las piezas rotas y volver a juntarlas. Está en nosotros decir: me equivoqué. Te hice daño, nos hice daño y lo lamento con todo mi ser. Hace poco leí que el mayor gesto de amor consiste en tener paciencia. A veces la perdemos, pero permanecemos. El hacer las maletas y poner distancia no es una opción. Porque el amor podrá ser silente, pero siempre permanece.
Nos equivocaremos aún con quienes más amamos. Sin embargo, estos errores no matan el amor cuando es auténtico. Cuando amamos, vamos a seguir allí aunque seamos olvidados. Seguiremos dando el todo por el todo, a pesar de que la realidad sea cada vez más difícil. Porque no se trata de que sea fácil, sino de que valga la pena. Poco a poco dejamos de ser personas angulosas, para ser redondeadas. El valor del error consiste en levantarnos, aunque sintamos que estamos hemos caído sin cesar.
Al final de cuentas, solo cae quien estuvo de pie. Solo fracasa quien estaba obrando. Prefiero el error, a la parálisis. Prefiero caerme otra vez, que jamás levantarme. Prefiero la autenticidad por encima de los filtros o retoques que capa a capa ocultan el verdadero ser.

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