jueves, 30 de mayo de 2019

Somos observados: la estela que dejamos

El olor del café puede desencadenar una ventisca en la memoria. En esa parte de nuestra cabeza donde se acumulan las páginas de nuestras vivencias. Los olores tienen ese potencial de traer al presente los recuerdos.
Este post tenía uno o dos meses rondando por mi cabeza. Sin embargo, justo ahora consiguió e
l arranque perfecto. 
Recordé la época cuando estaba por graduarme de secundaria, mi salón tenía conversaciones cada vez más frecuentes con uno de nuestros profesores. Quizás por ser el más cercano en edad a nosotros, nos generaba aquella confianza de hablarle de un sinfín de temas.
En una oportunidad, él nos comentaba que éramos observados. Nos decía que no sabíamos cuántos estudiantes menores que nosotros nos veían y decían "quiero ser como él" o "quiero ser como ella". Siendo absolutamente franca, en ese momento pensé que nadie se sentía así sobre mí. Pero mirando a aquellos compañeros a los que apreciaba tanto, aunque no se los dijera, entendía el magnetismo que podían despertar entre otros. Era un grupo muy talentoso, su carisma se hizo sentir nuestro último día en el plantel.
Era el curso que más congeniaba con el resto. En definitiva, tenían ese don de gente que el profesor tan bien conocía cuando los motivó a "hacerse extrañar".
Hoy, también somos observados. El auge de las redes sociales solo ha potenciado esta realidad, en que muchos compararán el contenido de nuestro perfil con cómo somos en persona.
Cuatro sucesos, una conclusión
Para una aficionada a los libros como yo, que sueña con muchos estantes llenos de libros, las personas se han vuelto libros andantes. Cada una es un universo distinto, con su historia, los giros en su trama y las mil lecciones que tienen para compartir. De hecho, esta perspectiva puede comprobarse con una mirada atenta a los post del blog. Es recurrente que mencione la conversación con alguno o varios amigos en las distintas entradas.
Recientemente, hablando con una amiga muy querida le contaba que me gustaría tener una capa de invisibilidad. De manera que actuase sin atraer la atención de nadie. Sin embargo, en lo que llevamos de año he comprobado cómo nos observan, aún cuando pensamos que vivimos bajo esa capa de invisibilidad.
La vida a veces es como una carrera de relevo. El trabajo en equipo es indispensable, cuando terminas tu labor (por el motivo que sea) te toca entregar el "testigo" al siguiente corredor. En el último año, me tocó hacer en tres oportunidades algo similar a entregar el testigo.
Primer suceso: un detalle que hice solo una vez quedó grabado en la mente del receptor del "testigo". Después de terminar mi turno, he contemplado varias veces la carrera de mi relevo. Sin poder contener la sorpresa, ese detalle que hice casi al terminar el turno se volvió parte del estilo de la otra persona. Hace preguntarse, ¿qué gesto que aparentemente pasó por debajo de la mesa se quedará en la mente de los otros?
Segundo suceso: lidiar con la frustración es parte importante de la vida. El empecinarse en evitarla, nos vuelve "flojos". En algún momento necesitaremos enfrentarnos con ella equipados con la mayor inteligencia emocional posible, así que conviene estar preparados. ¿Qué tiene que ver con el segundo suceso? "Frustración" es el término exacto para describir ese instante en que pones todo de tu parte y pese a ello, aparentemente no hay resultados. 
Este año, me enseñaron que ese empecinamiento en insistir dio frutos: justo cuando debía. También aquí, la persona que recibió el "testigo" asoció esos actos que parecían estériles como propios. Estuvo observando, si bien yo era inconsciente de ello.
Tercer suceso: muchas veces encontramos que nuestro entorno parece "empujarnos" a actuar muy lejos de lo que somos o cómo somos. Entonces, hay que mantener la cabeza fría y los pies bien puestos en el suelo para no ceder ante las presiones ni la emocionalidad mal manejada. Para sacudirme esa presión de encima, opté por usar mis RRSS para compartir contenido que sí reflejase mi forma de ser. 
Lo hice como quien come, por necesidad personal sin reparar en nada más. Sin embargo, varias personas terminaron escribiéndome por las publicaciones -sin la menor idea de la historia tras ellas-. ¿Qué me dijeron? Los comentarios iban desde que les habían alegrado el día, hasta que eran muy propias de mí.
Cuarto suceso: por ciertos motivos, estuve un tiempo inactiva en las redes sociales. Solo pendiente de los servicios de mensajería, pero sin hacer publicaciones de ningún tipo. Justamente en medio de ese lapso, me encontré con un amigo y uno de sus comentarios fue: "tengo tiempo sin ver tus publicaciones". Mi reacción natural era pensar, "las redes son una cascada incesante de publicaciones, ¿en serio se nota cuando uno para?"
¿Auto-referencia o reflexión?
Si bien intentamos ver la realidad de otros y caminar con sus zapatos, para contar la historia tendremos que usar la narración del testigo o de primera persona. No por auto-referencia, sino para que sea el botón de muestra. El plantear los cuatro sucesos que viví, es una invitación a que cada uno medite en sus cuatro sucesos.
Cuando lo hagamos, notaremos que somos observados. A algunos les dará miedo o podrán sentirse incluso ¿perseguidos? En realidad, es parte de la vivencia en comunidad; parte de nuestro ser humanos y ser seres sociales en consecuencia. Nuestras acciones son la estela que dejamos en otras vidas. Al final, es probable que olviden nuestros rostros, nuestros nombres y palabras. No somos indispensables ¡y eso está bien!
Si nos centramos solo en nosotros, todo acabará en nosotros. Pero si recapacitamos, veremos que la carrera sigue. Hay que correr lo mejor que podamos, dejarlo todo en el terreno, hacer nuestro tramo sin arrepentimientos pero sin egoísmos. Ya vendrá el próximo corredor, vendrá nuestro relevo. Hoy, estamos preparando su camino.
Hoy estamos sentando las bases de su recorrido, el tiempo que tendrá, las presiones y las herramientas. Nuestras acciones repercuten en otros de forma innegable, algunos saben discernir para quedarse con lo más sano. Otros todavía no tienen esas herramientas.
Cualquiera sea nuestra realidad, de cada uno queda ofrecer lo mejor de sí. No para sí, sino para que el resultado final nos dé la certeza que hicimos lo mejor. Sin importar nuestras limitaciones, miedos o incertidumbres.
Sin capa
Tristemente, todavía no podemos optar por una capa para hacernos invisibles. Pero bien que hace falta una hoguera donde usemos como leña cualquier ademán egoísta o vanidoso, para que arda en nosotros la humildad. De tal manera, que aceptemos sin pretensiones que dentro de nuestra naturaleza de seres sociales es imposible evitar que nos observen. Aunque este será material para una próxima publicación...

miércoles, 24 de abril de 2019

La perla del corazón humano

En medio de una conversación profunda y sincera con una amiga, pensé en lo hermoso que sería ser una "aprendelotodo". Optar por ser esa persona que no tiene miedo de ser pequeñita -de ser necesario tamaño bolsillo- que reconoce que tiene mucho por aprender. Optar por ser esa persona con una capacidad de asombro siempre renovada que busca más aprender de los otros que jactarse de lo ínfimo que sabe.
Ha pasado un año o más desde esa conversación. Pero como diría mi padrino hay conversaciones que te dejan algo, te hacen crecer. Por eso son difíciles de olvidar.
Este post surge como una perla. Recientemente, estuve en una "clase magistral" donde surgió el tema de las perlas. Nos explicaron que las perlas finas no se consiguen en la orilla, sino en las profundidades del mar. También nos comentaban que para el molusco la formación de las perlas implicaba dolor. Porque se trataba de una enfermedad, donde un residuo entraba al interior de la concha. El molusco en su intento de deshacerse de él hacía una variedad de cosas, por último lo "atacaba" con nácar.
Así después de algún tiempo, se formaba una preciosa perla. En el centro permanece esa arena o residuo que causó el dolor al molusco, pero ahora recubierto con nácar.
En la profundidades
¡Con cuánta frecuencia parecemos veletas! O tenemos "complejo de ola": vamos y venimos. La oscilación es la única constante de nuestra vida. Sin embargo, cuánto cuesta hacer un alto y mirarnos. Hacernos frente para preguntarnos qué hay en mí, qué hay en mi corazón por qué actúo de tal o cuál manera.
Bien es cierto que el mundo actual nos insta a movernos de manera desenfrenada. Así estamos desde que amanece hasta que nuestras energías están agotadas por completo. No obstante, un ritmo acelerado se torna en muchas ocasiones en un escudo de nosotros. Así buscamos evadirnos, no vernos al espejo, no mirar dentro de ese mar agitado de nuestros pensamientos o sentimientos.
Caminar sin rumbo es una gran elección si buscamos perdernos. Nos queda mucho que aprender de Hansel y Gretel ese par de hermanitos alemanes de la pluma de los Hermanos Grimm. Ellos tenían claro de dónde venían, aunque quisieron perderlos ellos astutamente marcaron el camino. A pesar de ser niños, siempre consiguieron la forma de regresar a casa.
¿Y nosotros? ¿Somos capaces de regresar a nosotros? No me refiero a un retorno egoísta, un replegarse en uno como si fuésemos el centro del universo. Sino a un zambullirse en nuestra realidad, a sentir nuestra piel para poder salir hacia el otro.
Discernir es una palabra que a veces se reserva para la elección de la carrera o las decisiones más importantes de la vida. Sin embargo, ¿acaso la vida no está compuesta por infinitas pequeñas decisiones? ¿acaso no está conformada por cómo elegimos vivir cada segundo?
Creo que dejar el discernimiento para momentos especiales, como si fuera un perfume, sería tan ilógico como comer solo en momentos especiales.
El discernir sobre por qué actuamos de una forma u otra es parte de zambullirse en uno. Es parte necesaria para comprender qué buscamos, qué eventos nos han marcado y cómo lo han hecho. Es que como diría el dicho "Roma no se construyó en un día", tampoco en un día se definió nuestra identidad. En un pestañear, sin antecedentes ni dudas las personas no descubren su vocación.
¿Por qué dejar la orilla?
Cuando algo no tiene raíces, se marchita: sin importar qué tipo de relación o realidad sea. Es fácil ser voluble y abandonar cuando las cosas se complican. Sin embargo, esta se alza como la única opción cuando somos incapaces de contestar los porqués a la vida.
Hoy, viendo la película "Bailarina" me llamó la atención la insistencia de Odette en preguntarle a la protagonista el por qué bailaba. Felicia, la niña protagonista, evadió la pregunta tanto como pudo. Estaba clara que su pasión era bailar, deseaba con todo su corazón ser una bailarina pero le era imposible responder el por qué. Sin embargo, de esta aparentemente sencilla pregunta emanaba la raíz de toda la pasión que daba vida a cada uno de sus pasos.
Para conseguir estas respuestas, es necesario hacer silencio. Vivir el silencio. Perder el miedo de encontrarnos con nosotros. Es cierto, puede ser complejo. En mi caso en particular, a veces me centro tanto en entender cómo se sienten los otros que me abstraigo. Entonces, esta manera de actuar, sentir y pensar se va tornando tan natural como respirar. Cambiar de perspectiva, volver el foco hacia el interior es como dirían los memes de las redes sociales "desactivar la respiración automática". En otras palabras, hacer algo de manera consciente que hasta ese instante era casi instintivo.
Como ocurre con las perlas de gran valor: no están en la orilla. Tampoco aquellas cosas que son más valiosas para nosotros, aquello que le da sentido a nuestras vidas. Tras un abanico de conversaciones "casuales" con amigos noté un hilo conductor que dio raíz a este post, la importancia de conocerse a fondo; de "bucear" en nosotros.
Puede ser porque estemos ante una oferta laboral, como en el caso de una amiga. Las decisiones se toman con mayor facilidad cuando sabemos qué nos importa, si conocemos qué esperamos y adónde nos dirigimos. Puede ser escoger un nuevo rumbo para nuestra vidas, irse o quedarse de un lugar. Para acertar, tenemos que hacer un balance no solo de las circunstancias externas (del entorno) sino de las circunstancias internas. ¿Con qué puedo vivir y con qué no? ¿Qué me hace auténticamente feliz? Puede ser quedarse o alejarse de alguien, ¿cómo manejo mis emociones? A veces los silencios nos dan la oportunidad de atesorar mejor cada momento. Nos permiten poner cada emoción y sentimiento en su sitio. Saber que el amor más allá de un sentimiento empalagoso, es una decisión consciente y perseverante: es un continuo donarse sin miedo a sufrir en el proceso.
Encontrar la perla
Como ocurre con la luz y el prisma, en ocasiones es necesario descomponer la realidad. No me refiero en una descomposición como cuando los alimentos se dañan. Sino a una similar a la descomposición de la luz. Descompongamos nuestra realidad, cada evento que a simple vista no entendemos. ¡Es que la superficialidad tiene tan poco que ofrecer, tan poco que darnos!
Para esos eventos que parecen superar toda comprensión, para esos momentos en que no entendemos ni al otro ni a nosotros hay que ir desde lo general a lo específico. Primero, colgar los guantes de boxeo y desechar las pretensiones de volvernos jueces. Las miradas inmisericordes tampoco tienen nada que aportar, al contrario será necesaria una visión justa y misericordiosa.
La convivencia implica fricciones, roces, cercanía y encontronazos de vez en cuando. En múltiples ocasiones la falta de comprensión que tenemos con nosotros, el desconocimiento de nuestra persona, nos lleva a la agresividad en sus variadas formas. Al descomponer la realidad, podemos ir comprendiendo los posibles motivos del otro para actuar de una u otra forma. Aunque no tengamos el rompecabezas completo, podemos ir haciéndonos una idea de sus motivaciones reales.
¿En qué nos ayuda? Nos sirve para quitarnos el lastre de que el otro tiene algo contra nosotros. También nos facilita ser más críticos con nuestras reacciones. Poco a poco, nos permite crecer en empatía, manejar las crisis sabiendo que simplemente están allí para ayudarnos a crecer. Entonces, las pequeñas tormentas de la vida no podrán arrancarnos de raíz o desesperarnos. Porque tendremos mayor dominio de nuestras emociones restándole poder o influencia a aquellas cosas que se escapan de nuestras manos.
Encontrar la perla en las profundidades de nuestras realidades implica muchas cosas. Reconocer que como todos, tenemos heridas y es normal. No se fabrican lápices sino para que escriban, para ello hay que sacarles punta sino serían inútiles. Encontrar la perla es reconocer que podemos alejarnos de ciertas cosas o personas, sin que pierdan su valor para nosotros. Es tener la humildad, o procurar ejercitarse en ella, para reconocer que hemos fallado. Es saber que el orgullo de nada nos sirve y a nada nos lleva si realmente el otro nos importa. A veces por descuido nos distanciamos de personas que hacen increíble nuestras vidas.
Acá está el reconocer sin miedos que cierta actividad o grupo nos permite crecer. Es entender qué y a quiénes amamos y dejarnos guiar por ello, reitero, lejos de una visión deformada del amor. Encontrar la perla también es llamar por su nombre a nuestras emociones, sentimientos y realidades. Reconocerlos tal cual son.
Atesorarla
Hace años, me hablaron de cómo actuaríamos si tuviésemos un tesoro en casa. Decían que si fuese así, estuviésemos a diario e inclusive varias horas al día comprobando que está allí. Es lo que nos toca hacer al tener esa perla preciosa entre manos, nadie la sacaría para dejarla extraviada por allí. Sino se aseguraría de saber dónde está. Es así como tiene sentido actuar con esa amistad preciosa, esa relación, nuestra vocación o el trabajo que tanto nos encanta. Es el tiempo propicio de revisar el estado de las perlas que tenemos en nuestras vidas.
-
PD: Gracias a todas las perlas que con sus conversaciones y cercanía inspiraron este post.

jueves, 24 de enero de 2019

A través de mí


A través de mí,
les escuchas,
les acompañas,
les consuelas,
les abrazas.

A través de mí,
tocas sus realidades
y te internas en ellas.
A través de mí,
les tiendes una mano amiga,
les impulsas en sus propósitos
y les alientas en la prueba.

A través de mí,
les amas.
Les muestras que la Iglesia Peregrina
se acerca a ellos,
les busca y acompaña.

A través de ellos,
encuentro el sentido
y la dirección de mi fe.
A través de ellos,
te sigo,
te sirvo
y te amo.


-
Este breve escrito durmió cómodamente por cerca de dos años.
Tiene algunos compañeros, que le acompañaron en tan profunda hibernación. Sin embargo, fue el primero en desesperezarse. Decidió peinarse las letras, sacarse el polvo de su connotación y salir.

En este momento, me recuerda a la frase de Mushu en la peli "Mulan": "Brotaron de la nieve, ¡cómo margaritas!". Así, sin previo aviso rompió con su sueño, con su mudez.

Una vez más: gracias por leer. En especial, cuando los post aparecen sin ton ni son. Como una flor que un día es un capullo y en la mañana ha florecido regalando su fragancia.

miércoles, 23 de enero de 2019

Eterna distraída

¿Cómo te explico que me lo temía?
Ya suponía
que esta forma tan mía de ser,
causaría uno que otro embrollo.

¿Qué siento?
Te sorprendería saber
cuánto postergo esta pregunta.
¿Por qué?
Creo que lo más íntimo
de mi ser, suelo reservármelo.
Los demás tienen suficiente,
suficiente con sus realidades.

¿Te lo contaría?, te imagino preguntando.
Inquieta repreguntaría, ¿seguro?
Me imagino temblar de solo pensarlo.
Mis emociones y yo
intercambiamos miradas.

Ellas siempre quedan para luego,
hay otras prioridades,
otras necesidades,
otras realidades.

Contarte... sería exponerme.
Exponerme a quererte más,
trayendo a mi torpeza
pisándome los pies.

No te diré nada de estas líneas,
no te las mostraré. A ti, no.
Las dejaré como un mensaje a la deriva...
porque señales concretas y constantes, sí hay.
A veces creo que se me pasa la mano.

Pero...
los peros no podían faltar, ¿no?
Sigo siendo la eterna distraída,
en especial con mis cosas.
Es una clase de lluvia particular,
una nube que se rebela
contra los pronósticos del clima.

Mis emociones y yo nos miramos,
¿será que sigues dándole importancia
a aquello que no la tiene?
Es tan fácil aclararlo todo,
excepto... que será necesario exponerse.


domingo, 20 de enero de 2019

De improvisto


De improvisto, me encontré hablándole de ti.
Sí, de ti. A quien le confieso
Aquello que bulle en mi interior,
Aquello que a veces dejo atrapado en mis labios.
Aquello que guardo como un tesoro,
Como un murmullo entre el corazón y la mente.

Ahí supe que la realidad era delicada.
Tan delicada y hermosa como una flor escondida,
Como una esperanza que se protege del temporal.

Le hablaba de ti, sabiendo que para Él eso sería un tesoro.
Sabiendo que era un gesto invaluable de cariño,
Quizás todo pase.
Quizás todo termine.
Quizás las expectativas nunca se cumplan, no cuajen
O quizás queden pequeñas.

¿Eres tú?
Solo Él lo sabe, pero ahora no quiero preguntarle.
¿Para qué? Dicen por ahí, que las prisas traen cansancio.
Lo invaluable duerme en lo que no puede perderse,
En los recuerdos, momentos y personas que se vuelven intocables.
Allí está la felicidad, no en lo que poseemos.
Sino en eso que nada puede arrebatarnos,
Donde ni distancias,
Ni tiempo,
Ni malinterpretaciones
Pueden mancharlo.

Sigo en este barco, no sé adónde me llevará.
¿Qué importa? El capitán se conoce los 7 mares,
Han salido de Él.  A Él volverán.
Respiro profundo,
Me siento a su lado
Y continuo, hablándole de ti,
Mientras las olas se mecen con dulzura alrededor.
-

Tenía mucho tiempo sin intentar escribir poesía. Creo que algunas cosas, simplemente surgen, nacen y florecen. Todo lleva su tiempo, ¿no? Como se suele decir, uno siempre vuelve a donde es feliz, momentos, lugares y personas. Sin embargo, mientras la vida avanza todos ellos pueden multiplicarse.
Ojalá que cada día se nos multipliquen a todos los motivos para ser feliz. Así sea un abrazo, un amanecer, esa canción que nos hace sonreír o una foto de un instante memorable. ¡Qué bonita es la gente que siendo feliz, solo busca multiplicar ese sentimiento y llevarlo como diría Buzz Lightyear "al infinito y más allá"!