En oportunidades, nuestra mente es un hervidero de ideas, un cosquilleo que nos empuja a mantenernos en movimiento: ocupados. Tras días de intensa actividad, hecha con pasión, la quietud puede incomodarnos.
Haciendo zapping me encontré con "El escritor de cartas", mientras avanzaba el filme comprendí la diferencia tan gran que marca la disposición. No todo es cuestión de estar capacitados o tener conocimientos, sino de la disposición de construir algo partiendo de ello. Sin embargo, construir de manera convulsa sería similar a comer sin estómago; un sinsentido. En el citado largometraje, Sam tuvo los ojos abiertos a las necesidades de su entorno. Aunque hay cierto elemento aleatorio, justo así se denota que tenemos más en lo común de lo que quisiéramos reconocer.
Me sentí interpelada por la sed que movía a Sam a bendecir vidas. Encontró el culmen de la felicidad siendo un rostro sin nombre, o viceversa, para quienes bendecía. No realizó su "pequeña" labor yéndose a un organismo internacional, ni siendo parte de uno, ni a otro país; sino en los más cercanos. En aquellos que podía aproximarse en el parque, en el centro, en una tienda a escasas cuadras. Entonces, me cuestiono, ¿qué somos para nuestra comunidad?
No me refiero a una búsqueda absurda de reconocimiento, sino a sentirnos injertos en la sociedad, en ese pequeño tramo en que nos desenvolvemos. ¿Nutrimos nuestros ambientes? ¿Bendecimos vidas?
Profundicemos con ayuda de la RAE en el concepto de bendición; tratándose de una "cosa excelente o muy beneficiosa". Ser una bendición, por ende, no implicaría hacernos todos bomberos y salvar vidas de las llamas. Aunque ello sería heroico, es poco factible. Si solo hubiese bomberos, ¿quién atendería las heridas de los afectados? Podría continuar con un largo y extenuante etcétera, pero es innecesario.
Es cuestión de estar dispuestos a bendecir a otros, a ser culpables de su alegría. Hay un exceso de depresión en nuestros tiempos, las malas noticias se suceden rivalizando con "Una serie de eventos desafortunados" y escapan de nuestras manos. Honrando una de las constantes acá, les comparto una frase que escuché en una telenovela; "enfrenta el mundo siempre cambiante, con aquello que nunca cambia en ti".
Entonces, ¿para quién te harás una bendición?
Me sentí interpelada por la sed que movía a Sam a bendecir vidas. Encontró el culmen de la felicidad siendo un rostro sin nombre, o viceversa, para quienes bendecía. No realizó su "pequeña" labor yéndose a un organismo internacional, ni siendo parte de uno, ni a otro país; sino en los más cercanos. En aquellos que podía aproximarse en el parque, en el centro, en una tienda a escasas cuadras. Entonces, me cuestiono, ¿qué somos para nuestra comunidad?
No me refiero a una búsqueda absurda de reconocimiento, sino a sentirnos injertos en la sociedad, en ese pequeño tramo en que nos desenvolvemos. ¿Nutrimos nuestros ambientes? ¿Bendecimos vidas?
Profundicemos con ayuda de la RAE en el concepto de bendición; tratándose de una "cosa excelente o muy beneficiosa". Ser una bendición, por ende, no implicaría hacernos todos bomberos y salvar vidas de las llamas. Aunque ello sería heroico, es poco factible. Si solo hubiese bomberos, ¿quién atendería las heridas de los afectados? Podría continuar con un largo y extenuante etcétera, pero es innecesario.
Es cuestión de estar dispuestos a bendecir a otros, a ser culpables de su alegría. Hay un exceso de depresión en nuestros tiempos, las malas noticias se suceden rivalizando con "Una serie de eventos desafortunados" y escapan de nuestras manos. Honrando una de las constantes acá, les comparto una frase que escuché en una telenovela; "enfrenta el mundo siempre cambiante, con aquello que nunca cambia en ti".
Entonces, ¿para quién te harás una bendición?
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