martes, 14 de febrero de 2017

Un carácter como el chocolate negro

Con el San Valentín en la boca y el sabor de chocolate en el paladar, traigo a colación que la vida tiene un ritmo propio. Tenía el post preparado para la fecha, pero lo dejé madurar un día más. Hoy le daré un giro a la estructura, e iniciaré con una advertencia. Las próximas líneas, no tienen ni tendrán censura. Parte del encanto de esta habitación virtual, reside en que es mía. La comparto, la abro al público y compartimos pensamientos en voz alta. Pero también existen momentos sin filtros, sin reservas y aspectos que no se negocian, ni se discuten. El chocolate negro es excelente para salud, pero amargo al paladar; este post es justo así.
Si te consideras susceptible, te alteras con facilidad u ofendes. Tendrás que presionar la equis en la esquina derecha y olvidar esta danza de palabras. Porque el carácter también viene sin anestesia y, en casa ajena, no se llega dando órdenes. Del resto, a los invitados, a los que decidan seguir adelante y no se sepan aludidos; disfruten el contenido inédito.
Creo en las personas.
Mi amiga catadora, me insistió en que esas personas necesitaban leer el material que hoy les presento. Confiaré en su buen juicio y en mi instinto. Sin más que agregar, aquí lo tienen, una carta abierta:
Botón de reseteo

Busco entre los escombros todo cuanto fuiste. Busco la piel que se te cayó, cuando dejaste de sentirla. Perdiste el tacto y tu cuerpo se hizo Dama de Hierro, tortura sin fin. Te busco, aunque no diferencies entre el día o la noche, porque en tus pupilas se guarecen las sombras.
            Te busco porque te abandonaste a mitad del recorrido, porque dices no poder contigo. Porque te pesan cual yugo, tus vacíos. Vacíos tan profundos que te rompieron como en un intento de conectarte con tus pasos frenéticos, con la tierra que pisas, con el lugar que ocupas y llenas. Tus pasos son andar de kamikaze, frente al precipicio de una soledad que erigiste desde sus cimientos.
            Voy tras tu pista. Aunque mi corazón sea la diana de tus dardos envenenados y homicidas. Aunque no quieras verme, porque mi presencia dinamite tus muros de egos y aislamientos apilados. Aunque me rehúyas porque soy amenaza. Entre silencios, entre palabras, solo mi respiración se te hace amarga ante el sinfín de denuncias y recordatorios que simboliza. Te busco aunque suene a autodestrucción. Te busco sin importarme ser pacifista en la vanguardia de tu guerra, caminando entre tus trampas.
            Tengo que seguir. Si mis pies se detienen, los tuyos no tendrán retorno. Gritas poseída por tus penas, doblegada por tus guerras, que te abandone en la fosa que cavaste no para tu cadáver; inerte. Sino para tus ojos fríos, como témpanos que hunden esperanzas. Te niegas a entender que gaste mi tiempo en ti, que se me consuma la vida siendo el último recurso de la tuya.
            Hipotequé mi vida para comprarte tiempo. ¡Ah, vida, cuatro letras en que se derrama cuanto somos y seremos! Cuatro letras que contienen lo incontenible, que simplifican el parpadeo de nuestra presencia en una película infinita.
            Haz prendido fuego a tu pasado. Emborrachaste a tu memoria para que deambulase sin sentidos, sin nexos, entre ruinas carentes de caminos. Cediste ante el impulso pirómano hasta dejar en cenizas cada trozo de ti. Tiemblas de pies a cabeza, como torre que se desmorona, mientras gritas que esta terquedad es incompatible con el amor.
            El abandono es el incompatible.
            Deliras esperando soluciones, cuando la solución tiene cuatro letras y es el único motivo común: de lo auténticamente memorable. Acá estoy. En tu zona de guerra, ante tu piedad mutilada y la sed de sangre en tus labios. Tu estado de aturdimiento es tal, que quieres perforar con balas de salvajismo, los pulmones que quieren prestarte su oxígeno.
            Tus sentidos permanecen alterados, sigues de pie, sin reconocerme. Soy tu botón de reseteo. Tu vuelta atrás, hacia lo que realmente importa. Hacia el pensamiento que te sacaba de la cama y te hacía enfrentar al mundo. Soy la última esperanza que te dejaste. La última en renunciar. La última en doblegarse o partir. La dejaste aquí, entre mi alma y mi empecinamiento, anidando en mi complejo de ave fénix. Tu nuevo entorno suelta los perros y los lobos hambrientos que han de acabar, con este agente externo que desestabiliza una realidad contaminada y ladeada como la torre de Pisa.
            No vaya a ser que reacciones, que vuelvas en ti. No vaya a ser que recuerdes, que soy cuanto dejaste en mí. No vaya a ser, que tu alma despierte y se descubra inmersa en las dimensiones de este amor. Crudo, con la piel expuesta y el miedo perdido. Crudo porque no se mide, porque se dona y empeña en su eterna apuesta por ti. Ahora soy quien grita. Quien te suplica que abras los ojos, que despiertes de tu coma inducida y sostenida. Burlaré tus sueños y tu estado de inconsciencia. Atravesaré las minas de quien me pinta como agente cancerígeno, para entregarte lo que rescaté del polvo.
            Ese afán de preservación y heroísmo que te distinguió. Ese gen tuyo, que te hizo creer inmortal, que te hizo mochilera de alma y sinónimo de una especie entera. Aquella convicción que te lanzó a reforestar sabanas en ojos desérticos. A construir en vidas ajenas techos a dos aguas para cuando las lluvias arreciaran. Sacaste a tantos y tantos del polvo de la conmiseración y la autocompasión. Tú, que enfrentaste las víboras de las murmuraciones por cortar relaciones tan malsanas, como opresivas. Tú, que cambiabas de nacionalidad y emigrabas haciendo en el planeta la repartición de tus amores.
            Tú, que te olvidas. Tú, que te desechas y reniegas como el error más sórdido. Tú, que has defendido las causas más nobles y sufrido como propias las miserias ajenas, hasta llorar por ellas. Tú... ahora te devoras, en un canibalismo sin explicación real y con incontables adeptos.
            Mírame. Mírame, te lo exijo. Mírame y dejemos las consideraciones para luego. Porque soy el último segundo que le queda a tu cuenta regresiva, tras de mí, marcha el caos. Marcha la desesperación y la angustia. Desfila cuanto combatiste, y derrotaste en incontables ocasiones, viene a reclamarte; como se reclama un cuerpo en la morgue... o un trofeo. Reacciona. Actúa. Porque si me consumo, se marchitará tu recuerdo. Seremos parte del olvido.
            Seremos nada. Nadie guardará memoria de nosotros, seremos menos que un sueño, que un susurro. Si yo parto, si llego a cero, mi hermosa humanidad, te habrás extinguido. Habrás sido reemplazada por criaturas que llevan tu apellido, que ciñen tu figura y te deshonran; te profanan.
            ¿Lo notas? Hemos atravesado esto antes, juntos. El olvido se disuelve cuando toca tu memoria. Vengo a darte cuanto recibí de ti. Cuando llovió cenizas, me hablaste del amanecer que vendría. El hollín cubre tus facciones y tiñe tu presente, sin embargo, conozco cada detalle de la anatomía que te guardas. Hice de mi alma, la caja fuerte de tu esencia. No vomites tu ser, toma mi mano y devuelve el tiempo. Un ademán basta para que se destraben los mecanismos de las épocas.
            ¡Levántate como la aurora, hermosa humanidad!
            ¡Late en el corazón de tus hijos! ¡Recobra tu antigua dignidad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario